Hasta no hace mucho más de un año, apenas conocía la zona oscense del Pirineo, y la verdad que según lo he voy descubriendo, cada vez me gusta más y me hace querer seguir visitando cada uno de sus rincones de cada valle que se adentra en los Pirineos. En esta entrada, Ainsa, uno de los pueblos declarados más bonitos de España, debido a su núcleo medieval, en lo alto de una colina y en la confluencia de los ríos Cinca y Ara.
Como casi todos los pueblos del pre-pirineo, tiene una ubicación excepcional como base para emprender cualquier actividad por la zona: senderismo, esqui, mtb,… o simplemente movernos y explorar los alrededores. Situado justo en la carretera nacional llamada eje transpirenaico, la cual es una gozada disfrutar conduciendo por ella, al oeste de Castejón de Sos y el valle de Benasque, y justo al sur del Monte Perdido. De hecho, desde las murallas del castillo tenemos una impresionantes vistas de este Parque Nacional.
El acceso a este conjunto histórico-artístico lo hacemos justo por su muralla y el castillo, de origen musulmán y reconstruido en varias fases, en los siglos XI-XII, y conviene, antes de entrar a la villa, recorrer la parte superior de las murallas, desde donde podremos contemplar todos los alrededores y su entorno.
Un detalle interesante y curioso de las construcciones de toda esta zona de Huesca, son las chimeneas, que por tradición, y quizás también un poco por superstición, todas, tanto nuevas como viejas mantienen la misma forma que vemos en la foto de abajo y terminan con un remate final, con más o menos detalle, el espantabrujas, que como su propio nombre indica, evitaba y alejaba los malos espíritus y brujas. Los tejados, tambíen son particulares en esta zona, pues están formados por losas de piedras planas colocadas unas encima de otras.
Y ya una vez dentro del pueblo, llegamos a la plaza mayor, con unas zonas aporticadas a los lados y en uno de sus rincones la iglesia de Santa María con su imponente torre, de estilo románico, de la cuál no podemos dejar de entrar y visitar su cripta, el pequeño pero bonito claustro y subir a la torre por una estrechísima escalerita. El resto en sí del pueblo es pequeños, pero nos entretendremos al caminar entre sus calles empedradas y asomarnos a algún mirador. La verdad, que como todo pueblo medieval, me recordó bastante a Pedraza.
Lo que más me gustó, fue que al ser día de diario, no había mucha afluencia de turistas, porque me imagino como se tiene que poner un fin de semana y en temporada alta. Aunque yo no opté por comer dentro de la villa, pero en la plaza hay varios restaurantes interesantes, de los que me gustaron, y la próxima vez que vuelva, me daré el capricho, como Las Bodegas o El Callizo. También, si lo que nos apetece es tomarnos unas cervezas podemos ir al pub L’abrevadero. Así que esto lo tengo pendiente.
Por tanto, y para terminar con esta entrada, Aínsa es de esos pueblos que al estar por la región no podemos dejar de visitar, así como sus alrededores, o en general, rutear por toda la zona del Pirineo Aragonés.